Ni media naranja ni príncipe azul: los mitos del amor romántico
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¿Qué tienen de malo estos mitos sobre el amor?
Tenemos una mala noticia: el amor y la
manera de expresarlo y vivirlo son construcciones socioculturales. Las
hemos aprendido e internalizado desde nuestra infancia, a través de
nuestros padres y amistades, de la religión que heredamos y/o
profesamos, y de los productos culturales que consumimos: películas,
novelas, canciones de amor.
“El amor auténtico debería basarse en
el reconocimiento recíproco de dos libertades, cada uno de los amantes
se viviría como sí mismo y como otro; ninguno renunciaría a su
trascendencia, ninguno se mutilaría, ambos desvelarían juntos unos
valores y unos fines”. Simone De Beauvoir.
La idea
occidental del “amor romántico” –heredera del amor cortés (comparable a
la relación de vasallaje), del amor burgués y del victoriano–, educa en
el afecto y las emociones de manera diferencial, asociada a
estereotipos, roles y mandatos de género, y se consolida en la
dependencia entre hombres y mujeres que ha servido a los distintos
poderes para perpetuar un sistema social patriarcal que promueve la
desigualdad entre hombres y mujeres.
La
creencia de que algún otro nos completará, iluminará lo oscuro, dará
sentido a nuestras vidas, se extiende a la actualidad. Consciente o
inconscientemente desarrollamos expectativas sobre nuestras relaciones
amorosas basadas en ese supuesto. Sin ir más lejos, basta con ingresar la palabra “amor” en el buscador del diccionario de la Real Academia Española para encontrar que los primeros tres resultados son:
- m. Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser.
- m. Sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear.
- m. Sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo.
Según
estas definiciones, somos seres insuficientes en busca de una media
naranja que nos complete, y dispuestos a la entrega para encontrar, en
ese amor, la razón de nuestro vivir. ¿Qué consecuencias tiene en
nuestras vidas cotidianas este sentido hegemónico? ¿Por qué en la
búsqueda del príncipe azul permitimos relaciones poco saludables?
Mitos del amor romántico
Un mito es “un
conjunto de creencias socialmente compartidas que no son necesariamente
verdaderas ni están validadas científicamente. Se transmiten de
generación en generación aunque varían con el tiempo y según cada
cultura” (Feim.org).
En el caso
del amor romántico, contribuye a reforzar los roles de género: mientras
que las mujeres son pasivas, frágiles y delicadas; los hombres son
activos, protectores y dominantes. Lo que es peor: enseña a amar según
esos mismos roles.
¿Cuáles
son los supuestos que nos hacen esperar con ansiedad los amores
contrariados y trágicos que vemos en las películas románticas? ¿Qué
ideas configuran lo aceptable y normal en una relación de pareja? A
continuación, hacemos una lista de los mitos más comunes:
- La media naranja. Existencia de una pareja ideal predestinada. Esto puede llevar a una tolerancia excesiva de comportamientos malsanos, y nos muestra como incompletos hasta que no encontremos a esa otra persona.
- Emparejamiento. La pareja heterosexual es natural y universal, y la monogamia está presente en todas las épocas y culturas.
- Exclusividad. Es imposible que nos gusten varias personas a la vez.
- Celos. Son una prueba irrefutable del amor hacia el otro.
- Pasión eterna. El amor pasional de los primeros meses debe perdurar para siempre.
- Omnipotencia. “El amor todo lo puede”, “cualquier sacrificio es válido por la pareja”.
- Concepción mágica del amor. Nuestros sentimientos no están influidos por factores socio-biológicos-culturales.
- Matrimonio o convivencia. El amor debe conducir a la unión estable.
- Unidad. Ambos miembros de la relación son uno solo.
- Equivalencia de amor-enamoramiento. Si desaparece la pasión, es que se ha acabado el amor.
Desde
niñas, se nos enseña que si un chico nos maltrata es porque le gustamos.
Las películas nos invitan a ser felices y comer perdices. Las canciones
de amor nos retratan como propiedades de alguien más. Nos describen
como muñecas que se rompen, como flores que se marchitan. Nos enseñan a
ir detrás del zapatito mágico.
Pilar
Sampedro sostiene que el modelo de amor hegemónico en nuestras culturas
constituye uno de los factores que facilita, favorece y sustenta la
violencia de género.
“Las mujeres que “aman demasiado”, aquellas que buscan el amor romántico obstaculizado por la elección de personas difíciles, agresivas o controladoras, tienen más posibilidades de vivir en la violencia, consentirla y permanecer en ella, porque esa relación es la que da sentido a su vida” (Pensamiento Crítico).
Confundir
naturaleza con construcción cultural conduce al riesgo de aceptar
relaciones peligrosas bajo el argumento de que el amor “sucede”, “no lo
podemos controlar” y “todo lo puede”. Sin embargo, las
relaciones sanas son una elección, que dependen de la deconstrucción de
los mitos internalizados, para entender que el amor se elige, se
construye, y no, no lo puede todo.
Vamos a querernos, ni mucho, ni para siempre: vamos a querernos sano.
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